Amor






Tu voz aún resuena en mi pecho,
cada aliento en mi cuello,
cada beso en mi frente.
Te amo, pero mi ser es pequeño,
mi existencia no conoce grandeza,
déjame amarte, una vez más.



La noche cae sobre mis hombros,
trae voces consigo,
pasado, voces del pasado.
Soy una presencia ciega,
sólo tu sangre me apetece ahora,
el delicioso sabor de tu piel dormida,
de tu fino sudor ahogado en la noche.

No soy perfecto,
soy una bestia nocturna y visceral,
deseoso de la dicha que le negó la luna.

Eres el elixir perfecto,
el néctar ambrosíaco
que la leyenda ocultó de los hijos de Eva.

Amor, tu carne es tan dulce,
mi existencia tan áspera y tú,
conjugada sobre lo eterno,
eres la locura y la cordura,
el principio de mi vida
y el elixir dionisíaco que me llevará a la muerte.

Antes del perdón,
de la súplica embriagada y triste,
me temo que sobre mi frente
se cierne una duda más,
¿es acaso mi amor
el lienzo que eternice tu piel?

Te Amo María de los Ángeles, sólo tú me haces feliz y lucharé por hacerte feliz...te ruego que oigas mi voz ahora y olvides la que el pequeño pasado sombrío cernió sobre tu santo corazón...

Te ruego que me perdones, si mi amor no alcanzara para dar mi vida por ti, ¿de qué serviría amarte?

Te Amo, eres el amor de mi vida y tu Felicidad es la mía...lucharé, juro que lucharé...

A Divinis





Cuando la voz de los silentes desaparece de la conciencia, cuando la vida se desborda sobre sus rostros pálidos y ajenos, surge el miedo, el temor incesante e imperecedero.

Ya no somos niños, el avance inmisericorde de los años nos legan pesos que nadie nos enseña a llevar. Quisiera ser como el ejemplar modelo global del éxito. Nada más alejado de la realidad, de hecho, ser su diámetro opuesto me da algo de status, un status inverso, algo marginal.

Desde que abandoné la vida despreocupada de un niño adquirí, inconcientemente una deuda eterna, una marca de fuego sobre mi piel y mi futuro. ¿Por qué desesperarse si en mi pecho arde la agonizante llama de la técnica obsoleta, del arte sepultado?

¿Cómo ir en contra del Dios mismo? La miseria es un estado mental, pero mi autosatisfacción por sentirme un hombre afortunado no pone pan en mi mesa, ni estabilidad en mi vida futura. Poco más se espera de mí, como de todos, ya no somos niños y ser niños dejó de ser lo que era. El amor exigente y tradicional dicta leyes que no caben en el esquema de una persona con poca predisposición al éxito.

¿Cómo ir en contra de Dios?, las voces de los jueces no suenan como trompetas, ni son jinetes negros con largas túnicas, arcos y cimitarras doradas. Los jueces me amaron alguna vez, con mi mirada cándida y perdida, con mi aroma a cigarrillo barato y mi dialéctica de poeta muerto. Los jueces hoy son jueces, no amantes, los jueces del tiempo no son amantes, ni madres, ni hermanos. Son lo que se les llamó a ser, aquí es cuando mi historia toca el fondo y en ese pozo de locuras y pestes pierdo el valor.

¿De qué sirve amar si mi pecho hiere y odia?, ¿de qué sirve mi vida si no encaja en el centro de la aceptación y lo que se espera de mí?, ¿de dónde nace el dolor sino de la decepción?

Esta noche dormiré tranquilo, es mi última noche antes de que la vida me abofetée por última vez, la próxima vez que lo intente sabré como evitarlo, ya no habrá sorpresa, ni dolor, el camino está trazado, olvidaré los sueños, seré lo que la verdad me llamó a ser.