Triterapia

Capítulo I: Miedo.


Suena el teléfono.

-¿Alo?, ¿mamá?-reconociendo el número-.
-Hola bebé, ¿cómo estás?
-Bien, gracias. ¿Cómo estás tú?
-Bien, pura pega no más, ¿ya volviste de Santiago?
-Emm...de eso quería hablarte-dije dubitativo-.
-¿Qué pasó?-se apresuró a preguntar-.
-No había querido decirte, pero me enrolé en la legión extranjera.
-¡¿Qué?!-gritó descarnadamente-.
-La verdad es que la vida aquí es mejor de lo que merezco. Tres comidas al día, una cama y un techo, dos cigarros por día, y la disciplina de un padre riguroso. Sigo sin tener amigos, soy el único que habla español y nunca fui bueno para los idiomas. Lo bueno es que he bajado mucho de peso, las sopas insípidas y las marchas de horas y horas bajo el sol del Sahara han hecho de mi figura algo bastante deseable. Las jornadas son largas, a las seis de la mañana estoy bajo el fino hilo de agua que sirve para bañarse un poco. Luego comienza el trabajo, cavar trincheras, clavar alambrados, reforzar los muros de la base. Las batallas son sangrientas, las guardias y expediciones son un suicidio, pero por cada legionario que muere llegan tres condenados que buscan aquí alargar sus vidas o seducir a la muerte. Las noches son frías, pero en una barraca de cincuenta soldados el calor es suficiente para no morir. Mañana es mi turno para hacer la ronda de vigilancia, tengo miedo, pero no hay mucho que hacer, una pierna menos es un precio justo para un desahucio de €200, unos $140.000. Tengo miedo, esperaba llamarte luego si me lo permitía el mayor Ballofet. Tengo miedo y me parece una buena ocasión para despedirme, para pedirte perdón por todos los errores que cometí y por haberte fallado una vez más. Creo que no obtendré el título que tanto codicias. Es un buen momento para despedirme y para pedirte un último favor, diles a todos que los amé mucho, pero que mi vida debe seguir otro rumbo ahora, el rumbo de la muerte. Espero que el sol del Sahara no termine por destruir la carta que es el único testigo de lo que me llevó a esta situación. Hay un libro dentro de la cómoda de mi pieza allá en Coyhaique, es para el amor de mi vida, publícalo y dile cuánto la amo aún. Tengo miedo, es mi última confesión; Te Amo.

Tono de ocupado, muchas llamadas más, esta vez sin respuesta. La muerte no debe tocar su corazón, ella no merece ni el más mínimo dolor.

Capítulo II: Amor.


Sabes quién soy, ¿no es verdad? Sabes cuánto te amo. No quieres desilucionar mis sentimientos, creo que no podrías, tal vez estoy ciego, demasiado perdido, pero así amo yo. No tengas miedo de mí, no tengas miedo, te he jurado paciencia y espera. No le temas a mi amor, es puro, demasiado tal vez, eso lo hace narcótico, un poco obsesivo, un poco absorvente.

Sé quién eres, eres un néctar irrepetible, eres el amor, tú, plena, pura y entera, tú eres el amor, simplemente.

Volvamos atrás, ¿si? Tú serás niña, yo un pequeño temeroso de esa extraña sensación que nunca había sentido. Llegaré un día temblando, tú me esperarás mordiendo tus labios, saciando la ansiedad, me acercaré a ti, lentamente, te abrazaré torpe, querré decirte algo al oído, pero no podré. Tus dedos me recorrerán la espalda, yo buscaré tu aroma pendiendo de tu cuello hasta tu mejilla derecha, haré en ella un horizonte sinuoso hasta tu boca, en absoluta oscuridad, tú y yo, con los ojos cerrados. Tu respiración agitada de inquietud, la mía de falsa valentía. Al fin seremos uno, en la niebla seductora del primer beso. Susurraré tu nombre suavemente, como perdido en un universo nuevo y cauteloso. "No tengas miedo, te esperaré la vida entera, te amaré la vida entera".

Caminaremos de la mano por las calles húmedas y el aroma de la selva, volaremos en paz, tú en mí, yo en ti, consumados en medio de las miradas, en medio de la suavidad incomprensible, tú, dueña de la fertilidad y las corolas, yo, dueño de las mareas y el descontrol. Vivos, tan vivos, tan vivos en el amor, en la libertad. Imagínanos amor, imagina cuán felices seremos, solos tu y yo en el centro del universo, en el centro de la vida y el destino.

Tú eres mi destino, yo el tuyo.

Silencio, que nadie nos oiga, que nadie nos oiga.

Capítulo III: Pasión.


Acabo de llegar a casa, un tanto cansado, con el corazón apretado, con la sangre más azUl qUe ayer. Mi voz no es el mismo prolijo prospecto de un tono nasal y desagradable, tiene el matiz de la 9arra, del aliento y la pasión. Hoy soy Un héroe, de mi 9ar9anta y de la de mUchos nació Un aliento, Un cántico, Un 9rito, Un triUnfo. Hoy soy Un héroe, soy el más convencido, el más enamorado, el más loco. Hoy soy el más bUllan9Uero. ¿QUé nace cUando miles de almas sienten lo mismo? Pasión.

Miles, más qUe miles, Una marea de almas entre9adas al aliento, "¡Y dale, y dale, y dale bUlla dale!", al Unísono glorioso y estridente.

Hoy fUi Un héroe, como cada Uno en el tablón, como cada alma qUe se vistió de azUl, qUe se vistió de bUlla y pasión.

Aquí Estoy



No será fácil, lo sabes y lo sé, no será fácil entregarte algo tan preciado. No porque me cueste dejarlo, sino porque quiero que sea tuyo. Como sangre de mi sangre pondrás mi corazón en mis manos y voltearás la cara, me dirás que no lo quieres, que no me quieres como yo a ti. Una dos o tres sartas de clichés y frases de novelas, un abrazo frío y sin final, una sonrisa que me dirá: "vuelve a intentarlo, quizás te va mejor". Jugarás con mi amor y mi deseo, dejarás que acerque mis labios a los tuyos, perfectos, sensuales, dulces y perdidos. Me dejarás amarte y luego te irás como siempre, sin voltear, un tanto culpable, un tanto vil y tal como yo, amarás eso.

No será fácil, lo sabes y lo sé, no será fácil entregarte algo tan preciado. No porque me cueste dejarlo, sino porque no sé si quieres que sea tuyo. Me mirarás a los ojos, tus dedos como pétalos lánguidos besarán mis mejillas frías. Yo, silencioso y sumido en tu aliento me acercaré a tus labios entreabiertos, en un segundo mi vida entera paseará en la comunión mágica de nuestras libertades. Así nacerán flores de donde ayer hubo llanto y tus mejillas y las mías sonrojadas de nerviosismo serán bastiones idealizados y locos de la más profunda poesía.

Beberemos juntos en un bar, nos tomaremos de las manos, enamorados del silencio y la contemplación. A nuestro alrededor el mundo dará saltos de algarabía y se oirán risas, pero nada habrá más que tu y yo, en el corazón de la nada.


Saludos a la Sole, a la Makita y a Yupi, que estuvo de cumpleaños.

Cuanto más quieres a una persona, menos palabras tienes para expresarlo, es una de las tantas ironías que mantienen mi vida en esa fina línea que la separa de la realidad.

Ella es un ser mágico, confuso, una maravilla salina. Mujer eterna, madre primordial de mi imaginario, nació del vientre de un hada que en medio de maderas tortuosas ocultó su halo de niebla. Su nombre es una brisa quieta, como una caricia de brazos vegetales, como hondura de montaña.

Tenía un clavel en las manos cuando la vi por primera vez, un clavel rojo. Caminaba a mi lado sonriendo, bebimos en un pub del centro, luego fuimos a bailar. Llevaba un clavel en la mano izquierda, un clavel rojo. No sé si lo notaba, pero en el corazón de ese clavel estaba mi vida, entregada a su existencia, a su aliento, a su mirada gloriosa. Esa noche nos fuimos esquivando su casa, nos sentamos a cantar en la avenida, la abracé torpemente un par de veces. Corté dos copihues, se los di sin mirarla a la cara, no quería que me descubriera.

Esa noche nos reimos de todo, jugamos a que éramos novios, a los cohetes y a que éramos un dúo de cantantes. Fuimos tan felices, era yo su alegría y ella la mía, éramos perfectos en medio del silencio de la ciudad dormida.

La esperé una hora, sentado en el paseo, la llamé hasta el cansancio, me di libertad de esbozar un puchero de pena. Pensaba que no quería verme, que estaba triste y no era yo lo que necesitaba.

Me di la libertad de derramar una lágrima. Justo cuando un niño se sentó a mi lado y me preguntó a quién llamaba; "a mi polola", le dije. "¿Por qué lloras?", "porque no sé dónde está".

Esa noche jugamos a que éramos novios, novios especiales. Esa noche le canté un flamenco herido, más que provocación. Esa noche regresamos esquivando el final.

Esa noche fui feliz, ella era mi alegría y yo la suya. Mágica, tan infinitamente mágica.

Muchas gracias Coté, por estar conmigo, por sonreir al verme, por existir.

¿Me acompañas al recital de Vicentico?

Ella apareció de pronto en mi vida, sin dar aviso, como una luna furtiva, como una estrella dulcemente loca. La abracé y abracé su temor, me abrazó y abrazó conmigo a mis miedos y alegrías.

Ella es dulce, es un néctar irrepetible, es la niebla más suave. Es quien bendice mis sueños, quien bebe tragos amargos de mis penas, quien me regala sonrisas y guarda las mías en su corazón.

Dice que yo soy un ángel, yo digo que ella lo es. En fin, quizás ambos lo somos o tal vez es sólo que nos queremos mucho, que hacemos del otro un ser mágico, único y eterno.

Es mi fortuna y mi alegría, un ser de luz, ¿cómo puede ella tomar un bastión tan grande de mi corazón, en tan poco tiempo y en total gloria? ¿Acaso no es ilógico?

Sin lucha, sin banderas flameando, sin cánticos mortales, sin voces derrocadas, sólo bastó ella, sólo basta ella, el influjo extraño de su corazón, la dulzura de su mirada, de su estampa frágil y poderosa a la vez.

Ella es la luz de mi corazón, mi amiga y confidente, mi ángel de la guarda.

Gracias por todo Makita, te debo mucho, espero que, gesto a gesto, pueda alegrar tu corazón y hacerte sentir tan bien como me haces sentir a mí.