Dicen que para cada persona existe un Ángel de la guarda, lo complicado es que, producto del acelerado crecimiento de la población a nivel mundial y la ausencia de nuevos Santos, aquellos dulces enviados del cielo se ven un tanto superados, por lo que Dios (alias "El Pulento") decidió asignar más de una persona a cada Ángel.

Allí estaba yo, caminando hacia la Universidad cuando apareció directamente desde el cielo (ella cree que no lo noté) una bella Angelito, me saludó con voz de miel, con una sonrisa que hasta hoy mantiene, tenía alas blancas como nada en el mundo, ojos expresivos, labios pequeños e intensos. Se presentó a mí de la siguiente forma: "Hola soy tu Ángel de la guarda, asesora espiritual, amiga y confidente según el artículo 9 de la Declaración Universal de Derechos Celestiales, sin dedicación exclusiva y con derecho a tantas conversaciones diarias como lo permita el horario de primer año para la carrera de Antropología que imparte la Universidad de Concepción Campus Concepción". Maravillado besé su mejilla, mi triste figura tenía ahora su compañía.

Día tras día, mes tras mes aprendí a apoyarme en ella, a buscar en su mirada la solución al individualismo del mundo exterior.

Vida tras vida pasaron frente a mí, tiempos y tiempos, pero ella seguía allí, a veces mía, a veces lejana, siempre con una sonrisa para mí, siempre con una alegría donde sólo veia la desolación de mi innegable pesimismo. Ella, de Ángel a amiga, de amiga a mi amor.

Todo en su corazón son maravillas, cada instante es alegría, cada gesto de su cuerpo es amor puro y entero, tanto que no puede la palabra del hombre conjugar la dulzura de su aliento.

Seremos felices, lo sé, ya lo somos, seremos eternos, lo sé, ya lo somos...

Te Amo dulcita...