Una hora y nueve minutos después del comienzo del "horario prime" en la televisión chilena, no sé qué tiene de "prime", no sé porqué se le llama así. No tengo conocimientos del inglés, pero me parece que quiere decir algo bueno. Fuera de eso y de la evidente soledad que me golpea con azotes secos y despiadados, debo reconocer que le matiz que hoy tiene mi vida tiene aroma de violeta. Tema superado, no me importa más, un triunfo del amor sobre el capricho y es que tu nombre me haría negar lo que fuera y cuantas veces quieras.

Tengo que tomar cartas en el asunto. Es imposible soportar el hecho de que en el centro de mi mirada exista aún ese atisbo desesperado de encontrar una libertad inexistente. Tópico más que cursi, "mi única libertad es estar atado a ti". No es así. Mi libertad sigue siendo la misma que antes, caminar de valle en valle, de luna en luna, sólo que hoy lo haré contigo. No me atas, me liberas, no me limitas, me desatas.

Aquí llueve. Es extraño, pero busco la oscuridad, el alma de la esencia mía. ¿Sabes?, no puedo. Es que algo has hecho con mi prosa, la has coloreado de matices que no conocía. Mírame, amándote sin miedo ni pesimismo.

Ya no soy el de ayer. Es por ti.

Hoy no temo a nada, hoy soy un héroe por ti.

Un poco menos hoy...un poco más de corazón.

Una Vez Más



Me ha asaltado una verborrea incesante, la que le falta a mi hermano desde hace un tiempo sumada a la que no tuve hasta antes de ti. Soy una comparsa gris en medio de un carnaval, el más notable aún sin luces ni brillos.

Una luciérnaga, que lenidad más grotesca sería tan sólo sentarse y vivirla un segundo de contemplación. Que gloriosas vestiduras, que luminiscencia divina e irrepetible (Mientras tras de mí dos jóvenes se besan con sabor a rutina), se acerca inocente a mis dedos celadores y obsesivos.

Debo dejarte vivir, revoloteando sin rumbo sobre mi frente, libre de tomar tu silencio enamorado y llevarlo fuera de mí, y es que en estas vidas nuestras mi figura no significa más que una tormenta indómita.

Una sonrisa, es ella, la mujer que hace de mi nombre una canción cuando lo pronuncia cada noche antes de que, inmaterial, me cuele entre sus sábanas para custodiar celoso sus sueños. Una mirada, es ella, la ninfa de las flores, la dulce impetuosa que desató mis labios una noche de Marzo, entre bendiciones capitales y pecados de sal olvidada. Protégeme de ti, de tu inmensidad angustiante, de la ausencia que siembras en medio de las tenebrosas manos de la penumbra fría y desconsolada, y es que tu extrañamente coincidente lejanía es como una hoja de escarlata y naranja que acaricia mi pecho con expresión perturbadora y desdichada para luego desatar en mí la locura que significan tus besos.

Dulce verdugo, ¿qué ingrediente aliña tu extraño sabor a espiga interminable?, ¿quién parió la estrella que ilumina tu ser impetuoso e indescriptible?

Besa mi frente, márcala con tu nombre para siempre.