Un beso en tus labios, allí,
donde nace la poderosa muerte,
la gloria del principio y el final.
Tu boca, delirio de las mareas y el sidéreo,
locura del alumbramiento,
del deseo y la ternura,
del sueño más imperecedero.

Volvías temerosa
cuando te vi asolada por el silencio;
¿estás allí
o es sólo tu corazón
que regresa azuzado por el amor sin orgullo,
por el palpitar sin nombre y la certeza nebulosa?

¡Silencio!,
no digas mi nombre,
no me dejes oír tu corazón,
que me golpea la incerteza de tus palabras
y el poder de tus caricias.

(Susurro)
Abrázame amor,
no temas al frío de ausencia,
no temas a la vida,
estoy contigo,
embravecido por el poder de tu esencia vegetal y fresca.

Fruto divino,
enardecido y quieto,
podría el destierro de tu voz
llevarme a beber las mieles de tu ausencia,
podría tu voluntad hacer morir mis versos
sin batallas ni revolución,
pero allí,
en el centro de la nada,
solitaria y desolada
ardería la llama de mi amor
por sobre la quietud del silencio sordo.

Diosa del mar,
de las fuentes inmateriales,
de las lágrimas y la alegría,
búscame,
sin razón ni certeza,
búscame,
sin motivo ni espera,
ámame sin ataduras,
libre,
libre,
extasiada de libertad y desvelo.

Volvías temerosa
cuando te vi asolada por la niebla;
¿qué quieres decirme?,
¿que calla tu boca mas no tu corazón?

La luna se despide de mis ojos,
el viento ha cesado,
el rocío te baña bendito,
bendita tu piel y bendito el rocío,
benditos mis versos que sólo viven para amarte.

Más allá de mí
está tu reino de espigas y pétalos dorados,
tu reino de cristales refulgentes,
de acordes y llantos de viola,
de humo perfumado
y néctares mortales.

Silencio amor,
que la quietud sea el único testigo de nuestro amor,
de nuestras miradas dormidas
en el éxtasis dormido de la contemplación.

Más allá de mí
está tu reino violeta,
tu reino vegetal y vivo,
más allá de mí yacen tus dominios liberados,
tus bosques voluptuosos y húmedos.

Mía, tan mía como la nostalgia, mía, tan mía como el amor.

Te Amo.