Ella apareció de pronto en mi vida, sin dar aviso, como una luna furtiva, como una estrella dulcemente loca. La abracé y abracé su temor, me abrazó y abrazó conmigo a mis miedos y alegrías.

Ella es dulce, es un néctar irrepetible, es la niebla más suave. Es quien bendice mis sueños, quien bebe tragos amargos de mis penas, quien me regala sonrisas y guarda las mías en su corazón.

Dice que yo soy un ángel, yo digo que ella lo es. En fin, quizás ambos lo somos o tal vez es sólo que nos queremos mucho, que hacemos del otro un ser mágico, único y eterno.

Es mi fortuna y mi alegría, un ser de luz, ¿cómo puede ella tomar un bastión tan grande de mi corazón, en tan poco tiempo y en total gloria? ¿Acaso no es ilógico?

Sin lucha, sin banderas flameando, sin cánticos mortales, sin voces derrocadas, sólo bastó ella, sólo basta ella, el influjo extraño de su corazón, la dulzura de su mirada, de su estampa frágil y poderosa a la vez.

Ella es la luz de mi corazón, mi amiga y confidente, mi ángel de la guarda.

Gracias por todo Makita, te debo mucho, espero que, gesto a gesto, pueda alegrar tu corazón y hacerte sentir tan bien como me haces sentir a mí.