Panic Show



Siendo ya aquel que ha perdido todo.


Soy la sombra que deja detrás una lámpara, el hambre que golpea al hambriento, el miedo del extraviado, la soledad y el décimo suspiro del despecho.

Codicia, ¿dónde muere la sed de poder?, lujuria, ¿dónde muere el deseo de deseo? Yo lo sé, secreto, más furioso y desesperado que el de la piel primeriza, que el del útero primordial de la peste y la vida. Ansiosa, duermes ansiosa, con la vigilia recorriendo tu espalda. Secular, ¡más que mi amor y mi destino!, y descarnada hiciste de mi consciencia una maraña de destierros inmemoriales, me condenaste como se condena al asesino de los sueños. Sí, bendita eres, bendita en el reino de Dios, pero de él soy el destierro y la desvirtud.

¿Ves mis alas?

Sigue en adelante el cielo, la versión resumida y sin derechos de autor que riega de sangre mi despertar y pone final a mi vuelo.

-Condenado, condenado por fin...¿no era lo que esperabas?-dijo él-.
-Cállate puritano.
-¿Quién estaba antes de mí?
-Cállate puritano de mierda-respondí sin paciencia-.
-¿Sabes quién te creo, quién creó el principio y el fin?
-¿Sabes quién me creo?-le pregunté con la voz apresada por su garra que me ahorcaba-.
-¿Lo dudas?-dijo con el rostro lleno de soberbia-.
-¡Viejo patético!, ¿me necesitas para existir?

Silencio, el alma del Padre caía en la negación de su sucia bajeza.

-Soy tan eterno como tú, tan poderoso como tú-dije-.

Silencio, el alma del Hijo se sumía en la desazón de la aceptación.

-Me condenaste por amarla más que a ti.

Silencio, el Espíritu Santo veía sus lagrimas rodar por sobre el vientre de la existencia.

-Tu codicia me da asco.

Silencio, la Santa Trinidad se aprestaba a mi ejecución.

Sus garras volvieron a silenciar mi voz, ésta vez sin piedad. "¿Por qué callas?", decía mientras su rostro desfiguraba una sonrisa de posesión. "¡Por qué callas!". Yo lo miraba fíjamente, con los ojos teñidos de ira, al contacto me soltó.

-¿Era necesario que me ataras Padre Celestial?
-El demonio es traicionero-respondió-.
-¿A qué le temes?
-¡Cállate!-mientras me golpeaba en la cara-.
-Mi otra mejilla, Padre-le dije mientras volteaba la cara-.
-¡Silencio!
-Córtame la lengua.
-¡Cállate!-gritó una vez más-.
-¡Córtame la lengua!-exigí-.

Volvió a tomar mi cuello con fuerza, ésta vez con la intención cierta de matarme. El Hijo me miraba sonriendo, extrañamente calmado. Mi energía vital se agotaba lentamente, mi rostro ebullía de desesperación, mi visión se tornó borrosa. El Hijo abandonó la paz y comenzó a golpearme, bebía mi sangre poderosa y reía a carcajadas.

Hoy estoy aquí, contando esta historia. No sé qué pasó después. Dos son mis teorías; El Padre me necesita o el alma del ser humano me hizo renacer, como cada vez que amas u odias, como cada vez que besas con ternura o deseo, como cada vez que tu corazón late más fuerte por alguien que no es él.

Hoy he destruido el mundo para mañana recontruirlo frente a tus ojos, más bello y aromático..