Mi Amor:


Naciste de la luna,
amor de las galaxias,
del vientre del silencio,
allí,
donde los canales ebullen en marea y revolución.
Naciste cuando los hielos del apogeo
se alzaban sobre el vientre de mi madre.

Poderosa, dulce e indescriptible,
tu mirada es clara
como la danza de las estrellas crepitantes
que saludaban tu alumbramiento.

"No temas hija, estás conmigo", se oía desde el cielo sin cesar, desde el abismo último, donde descansan las almas de los Dioses.

Almíbar y sépalos,
néctares violáceos y rojos,
púrpuras canciones,
hojas de ciprés y gloria,
así fuiste engendrada
en el vientre de la primera musa del cielo,
en las entrañas del poderoso fuego, del protector interminable.

Vida, sueños y desganos,
sonrisas blancas, lácteas y nerviosas,
¿aún saben amargos tus labios?

Déjame beber,
no me niegues la narcósis de los cielos,
la embriagante esencia de tus labios maduros
como damascos de verano.

Eres tú como la nieve,
pasional, desgarradora,
alba y despojada.
Eres como el aire,
tan suave, tan tenue
como canto de luciérnagas en la nada.

Dame un segundo de tu vida
para contemplarte dormida a media luz,
para abrazarte y quedar sin vida,
sumido en el vaivén de tu pecho quieto
como primavera de pétalos sanguíneos.
Dame la vida para perderla en ti,
en la bohemia desesperada de amarte,
de sentir tu voz tocando mis mejillas,
de sentir tu mirada
golpeando inclemente mi frente vencida.

¿Dónde yace el secreto de tu gloria?,
¿dónde yace el secreto de tu cintura de miel,
de tu piel de estigma y almíbar?

Duerme,
duerme tranquila,
no temas al frío de ausencia,
yo estaré contigo,
hasta que muera mi aliento,
hasta que lo pida tu corazón.
Duerme,
que este mundo es nuestro,
de tu belleza y mi locura,
de tu victoria exacta
y mi derrota inevitable.


Silencio, nos van a oír, van a oír el latir de nuestros corazones.