Entre las blancas paredes del tiempo la vida transcurre sin grandes novedades, me aferro al pasado como lo haría a tus blazos blancos. Hacia el fondo de la sala un sitial verde me muestra una figura nívea y desnuda, las llamas de la noche confunden las siluetas, las verdades y los absolutos. ¿Qué mano virtuosa dibujó tu cuerpo en el centro de la nada?, ¿qué óleo maternal y perfecto tus mejillas sonrojadas y tus ojos de nocturna claridad?

Quiero tocarte, pero me pesan los brazos, la embriaguez del silencio y el calor ausente me han vuelto torpe, sólo puedo contemplarte desnuda en el sitial heráldico que sostiene tu gloria. El fuego de la noche se apaga y la soledad me sostiene los pies, el anhelo es como la sed, no cesa, nada le basta, si tan sólo tuviera un segundo para besar tus muslos, para dormir en tu vientre, en la contemplación eterna de tus dedos blancos, de tus brazos blancos, de tus pies blancos, de tu esencia blanca.

Entre las blancas paredes del tiempo la vida se ha vestido con lienzos azures y no temo, ni a la soledad ni a la ausencia, en fin, si en tu lejanía descansan las magnitudes, en tu piel desnuda la quietud, la eternidad de un segundo enamorado.

Bendita, eres como el aire delicioso que corona un beso, como el calor tenue de un atardecer dormido. En tu vientre descansan las mareas, Diosa de mármol, la incesante lucha de la salina vitalidad con las arenas que honraron el paso del tiempo. En ti, sólo en ti, habita la locura, la violácea expresión de los otoños siderales, porque tú y sólo tú eres como la hierba que cubre la noche, la absoluta presencia que ahoga mis anhelos en el recuerdo de una mirada.

Sólo tú bastas, sólo tú y nada más...


Te Amo María de los Ángeles, eres, sin lugar a dudas, el amor de mi vida...

Gracias por Todo Preciosa...